lunes, 27 de julio de 2015

SABER DETECTAR MENTIRAS NO TIENE PRECIO (PARTE 1)

Imagine por un momento que usted es agente de policía y se encuentra en la sala de interrogatorio justo frente a un delincuente acusado de matar a dos personas. Participa en un juego macabro, usted busca la verdad y él trata de engañarlo de todas las maneras posibles. Ha llegado el momento de hacer sus preguntas más poderosas, así que decide hacer una pregunta de presunción: ¿Qué hiciste con los cuerpos? Ésta pregunta es tan persuasiva porque usted está dando por hecho que esa persona es responsable. Como respuesta obtiene un largo silencio (es un indicio, el acusado tarda en contestar), sus ojos entrenados detectan un agrupamiento interesante: el sospechoso aclara la garganta y busca puntos de anclaje en la silla donde se encuentra sentado. Así que usted decide hacer otra pregunta poderosa: ¿hay alguna razón por la que alguien pudiera decirnos que te vio ayer en esa colonia?, ahora el sospechoso suda, lo puedes notar en la frente y parpadea intensamente; un momento después obtiene la confesión.  
Lo anterior tal vez es un ejemplo exagerado, pero siempre resulta útil conocer los indicios conductuales que presentan los mentirosos.
En su vida cotidiana frecuentemente se enfrenta cara a cara con la mentira. Se estima que decimos una mentira cada 10 minutos. Hay mentiras de distintos tipos, existen por ejemplo las mentiras piadosas que se dicen para hacer sentir bien a los demás, pero también hay mentiras que buscan hacer daño o echarle la culpa a alguien más.
El mundo de la mentira es muy complejo, porque depende de varios factores: 

La habilidad del mentiroso: Entre los perros como entre los mentirosos hay razas. Es decir hay personas que son muy malas mintiendo e inmediatamente se autodelatan. Pero también existen mentirosos con muchísima experiencia, muy buenos engañando a las personas. Tenemos ejemplos magníficos en grandes estafadores como Frank Abagnale (quien inspiro la película “atrapame si puedes”), Ferdinande Demara (quien se hizo pasar por cirujano durante la segunda guerra mundial y efectuó 16 operaciones sin saber nada de medicina) o el conde Victor Lustig quien estuvo a punto de vender la torre Eiffel y estafó ni más ni menos  que a Al Capone.

2.    La habilidad del cazador de mentiras: Para ser un buen cazador de mentiras debe aprender a reconocer los indicios verbales, vocales y no verbales en el mentiroso. Suena fácil pero es extremadamente difícil porque un mentiroso y una persona veraz, en ocasiones, tienen reacciones similares. Por lo tanto, otra habilidad indispensable es saber plantear las preguntas correctas, aquellas que generan distintas reacciones entre un inocente y un culpable.

Es importante señalar que ningún indicio es una prueba irrefutable de que alguien nos está mintiendo. En el análisis del lenguaje corporal solamente existen  posibilidades pero éstas aumentan (hasta un 80% en términos de detección de engaño según estima Ekman) si se acostumbra a agrupar varios indicios y si se toma su tiempo para sacar conclusiones.
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3.    Diferencias culturales y de idioma entre el cazador de mentiras y el mentiroso. Alguna vez tuve que realizar un análisis de Florence Cassez en una entrevista que le hicieron para la televisión francesa y se me dificultó muchísimo porque tienes que poner atención a los gestos, a las reacciones fisiológicas y también a las palabras que expresa (y resulta que yo no hablo francés) durante un análisis conductual.

4.    Las probables consecuencias para el mentiroso o la amenaza de un castigo severo. Mientras más graves sean las consecuencias, más emociones se generarán y más indicios conductuales presentará el mentiroso, lo que facilitará nuestra labor como cazador de mentiras.
El tema de la detección de mentiras mediante indicios conductuales es tan amplio como apasionante. Considero que requerirá de 2 columnas. Le compartiré la segunda parte en una semana. Un saludo y gracias por leer la columna.

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